¿Eres más dulce o salado? Personalmente, a mi me gusta más lo salado . ¡Claramente prefiero el aperitivo ante el postre Aunque de vez en cuando me gusta probar algo dulce, esta no es mi preferencia. Observemos con detenimiento nuestras tendencias naturales: ¿Zurdo o diestro? La respuesta es más obvia. Y mejor así, ya que al igual que la dicotomía dulce/salado, le ayudará a entender lo que es un tipo de personalidad, y en qué se diferencia de un rasgo. Esta distinción es fundamental ya que según midamos un tipo o rasgo de personalidad, el objetivo de la evaluación no es el mismo.
Estos dos ejemplos introductorios han revelado en pocas frases las palabras clave de los tipos de personalidad: preferencia, propensión, naturaleza, tendencia. Podríamos incluso añadir la locución adverbial «más bien» ya que, como se trata de una tendencia, nos inclinaremos «más bien» hacia un lado de la balanza que hacia el otro sin que esto sea inamovible. Podría forzarme en elegir la cara opuesta de mi preferencia, sin embargo, no sería tan eficaz ya que tendría que salir de mi zona de bienestar y entrar en mi zona de esfuerzo.
Entender los tipos de personalidad
Generalmente descubrimos nuestro tipo completando un cuestionario en que los criterios nos comparan con nosotros mismos, guiándonos instintivamente hacia nuestras preferencias. Nos posicionamos entonces en un extremo u otro de un aspecto. Por ejemplo: ¿Somos más propensos a controlar nuestro entorno o preferimos adaptarnos? ¿Somos más bien aventureros o convencionales? ¿Nos centramos en nuestros objetivos o prestamos atención a los demás?
Ninguna cara es mejor que otra, se trata simplemente de una manera de situar y comprender el aspecto humano. Dicho esto, la comprensión apunta más lejos. Invita al dinamismo y a la globalidad, ya que la combinación de estos aspectos constituirá su tipo de personalidad. Así, tendré un tipo «emprendedor» de personalidad si prefiero explorar mi entorno, controlarlo y focalizarme en mis objetivos. O un tipo «motivador» de personalidad, si me decanto por la exploración, la adaptación y la socialización.
Las ventajas de este tipo de evaluación
La finalidad de la evaluación por tipos es revelar la identidad del individuo a sí mismo más que compararlo con los demás. Al descubrir nuestro tipo de personalidad, tomamos conciencia de nuestro modo de funcionamiento con miras a aprovechar nuestras fortalezas, actuar en coherencia con nosotros mismos y mejorar las relaciones con los demás.
Desde el punto de vista de la empresa, esta evaluación que obedece a criterios más humanos que cuantitativos revela de una forma diferente el potencial de cada uno. Basándose en los tipos de personalidad, la empresa consigue un cúmulo de información sobre sus empleados: su estilo de trabajo, la forma de gestionar los problemas, su estilo de aprendizaje, su modalidad preferida de comunicación, su entorno de trabajo ideal, el estilo de liderazgo natural, las afinidades con los otros tipos, el papel que desempeñan en equipo, su potencial de evolución…
Asimismo, la evaluación por tipos sirve de modelo de referencia a la empresa para gestionar su capital humano. Al revelar la diversidad de los modus operandi de los individuos, cada personalidad puede manifestarse libremente, encontrar su sitio y cultivar sus talentos.
La evaluación por tipos permite igualmente formar equipos eficaces, comprometidos en ofrecer la mejor versión de sí mismos. De este modo, la empresa estará más capacitada para intervenir en la resolución de conflictos, se involucrará con más eficacia en la gestión del cambio y estará más preparada para orientar sus acciones en función del perfil tipo que la constituye y que define su cultura.
Los límites de la evaluación por “tipo”
Evidentemente, no podemos hacer procesos de selección basándonos en los tipos de personalidad. Debido a que la evaluación por tipos explora las preferencias de un individuo con respecto a sí mismo, no podemos comparar estos datos con los de otras personas. Además, estos tipos analizan globalmente el individuo y no permiten evaluar competencias o aptitudes específicas. En los procesos de selección, habrá que elegir un formato de evaluación que permita comparar las personas entre sí, y que mida la personalidad de forma cuantitativa para poder valorar el rendimiento en un determinado puesto, como es el caso de la evaluación por rasgos.
